Allá por 1994, mis padres me regalaron un PC. El primer PC que tuve en mi vida. Antes había tenido un Spectrum y una Atari 2600, pero el único contacto que había tenido con un compatible IBM fue en las clases de informática del colegio, donde di mis primeros pasos con MS-DOS y WordPerfect. Junto con el ordenador venían una docena de discos de 3,5" con el sistema operativo, programas de contabilidad, educativos, un ajedrez y poco más. Lo que le dio vidilla a aquel ordenador (aparte de comprarte una caja de disquetes más adelante y ponerme a grabar juegos de mis amigos), fue que junto al ordenador, me regalaron un juego. El primer juego al que jugué en mi PC.
Lo había escogido únicamente por la portada, lo cual podía llevar con bastante facilidad a una tremenda decepción, pero no fue el caso. Ni mucho menos. El juego en cuestión pertenecía al universo Dungeons & Dragons, y se trataba de The Legend of Darkmoon, segunda parte de la trilogía Eye of the Beholder. El juego estaba enormemente cuidado incluso en su documentación, con un libro de mapas incluido para no perderte. La historia atrapaba enormemente a medida que te ibas adentrando en las catacumbas de Darkmoon, y la perspectiva en primera persona era tremendamente inmersiva.
Tras horas y horas de juego, llegué a alcanzar uno de los últimos niveles del mismo, con la desgracia de que los disquetes debían de estar defectuosos y el juego abortaba siempre que llegaba a cierta habitación. Así que quedó relegado al olvido.
Ya había comentado en otros hilos que me había hecho con un Asus EEE. Siempre digo que hecho en falta en la informática de hoy día la magia que desprendían los primeros ordenadores de 8 bits con los que muchos crecimos. Para ser justos, estoy viviendo una segunda Edad de Oro gracias al ultraportátil de Asus.
Por mucho que me guste Linux, el que venía con el EEE estaba muy limitado, y los otros que he probado fallaban en el aparato en una cosa u otra (el fallo más común es que después de cerrar la tapa no se recupera del reposo). Sabiendo que Asus proporcionaba todos los drivers para XP del EEE, decidí instalarlo. Instalé Windows Fundamentals, que ocupa menos disco y está supuestamente más optimizado, lo cual parecía un opción estupenda para este portátil. Además que, seamos justos, un XP come menos recursos que la mayoría de los Linux de hoy, y además me permitió ciertos truquitos para ahorrar espacio en el disco, dejando en el SSD únicamente el sistema operativo y 4 cosas básicas, y usando PortableApps.com para meter en una tarjeta SD todos los demás programas.
Una de las cosas que me instalé (y que es responsable en gran medida de mi devoción por el EEE), fue DosBox. Imaginad una consola portátil que pueda ejecutar los juegos clásicos de MS-DOS. Pues el EEE, con su reducido tamaño y poco peso (menos de 1kg), cumple la misma función. Gracias a Abandonia, tengo un catálogo de juegos inmenso a mi disposición en el tren, bus o metro. Es una maravilla.
Pues ayer mismo, en un descanso de los estudios, me descargué The Legend of Darkmoon para echar unas partidas. Qué cantidad de recuerdos y, sobre todo, qué bien que ha envejecido este juego. Sigue resultando fresco y cautivador hoy día, y creo que en cuanto lo terminé, iré a por los otros dos de la trilogía, que me he vuelto a enganchar a este tipo de juegos. Y después, vendrán otros dos juegos que jugué en su momento: Ishar 2 y Lands of Lore.
1 comentario:
Doy Fe de ello, ayer fui a su casa, entre en su cuarto y estaba jugando todo emocionado al juego. Si es que nunca cambiaras.
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